La navidad es la fiesta que celebra el nacimiento de Jesús, el Cristo. Durante varios días los hogares visten árboles y pesebres, además, preparan platos especiales para la fecha; amigos y familiares intercambian regalos; hay reuniones para rezar y cantar durante nueve noches.
También se acostumbra a hacer un balance de lo hecho durante el año; de lo bueno que dejó y de lo malo que pasó. Finalmente se hacen promesas para el año que viene, de esas que requieren mucha voluntad, y se le pide a Dios que sobreabunden las bendiciones y que el éxito anhelado llegue en ese próximo año...
PARA ALCANZAR TU META
Todos soñamos con el éxito. Es nuestro objetivo, o nuestro destino en la vida. Para algunos, el éxito consiste en ganar mucho dinero, vivir cómodamente y jubilarse sin problemas.
Otros sueñan con destacarse en alguna actividad, ganar dinero y lograr la admiración de los demás como individuos importantes e inteligentes.
Hay otros más para quienes el éxito supone la acumulación de bienes materiales, sin incurrir en deudas. Tener una casa propia, conducir un auto lujoso, poder entrar en una tienda y comprar lo que a uno se le antoje. Eso es el éxito.
También hay quienes equiparan el éxito con tener una familia feliz: una esposa o esposo amoroso e hijos obedientes.
Todos albergamos el sueño de alcanzar el éxito.
La Biblia dice: "Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón" (Sal. 37:4). Es una promesa maravillosa. El problema, al parecer, es que esto rara vez sucede. Si ocurriera con frecuencia, mucos gozarían de salud, fortuna y sabiduría, pues es lo que deseamos ¿verdad?
¿Por qué, pues, no logramos el éxito si es lo que desea nuestro corazón? ¿Será que tenemos una idea equivocada del éxito? ¿Tal vez no hayamos comprendido las condiciones que Dios establece para alcanzarlo?
La primera condición, la única en realidad, es "Deléitate en el Señor". En otras palabras, pon a Dios ante todo. Jesucristo dijo lo mismo cuando instó a sus discípulos: "Busquen primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas." (Mt. 6:33)
El problema no es carecer de objetivos, sino que éstos sean equivocados.
CUANDO EQUIVOCAMOS NUESTRO DESTINO
El año pasado Arthur subió a un avión en Nueva York para volar a Melbourne, Florida, donde vivía. El avión hizo una escala en Tampa antes de seguir rumbo a Melbourne. La azafata pidió a todos los pasajeros que iban a Melbourne que permanecieran a bordo durante el breve tiempo que estuvieran en Tampa, ya que el vuelo iba algo retrasado.
Arthur estaba leyendo, por lo que no puso mucha atención a lo que sucedía, pero se dio cuenta que llevaban más tiempo de lo normal en tierra. Preguntó a una de las azafatas qué ocurría.
- Hemos perdido a dos pasajeras que van a Melbourne, contestó.
- Bajaron en Tampa por error y, al buscarlas para que subieran nuevamente al avión, no las hemos encontrado.
Pocos minutos más tarde, dos damas de edad avanzada subieron presurosas al avión. Estaban confundidas y hablaban muy rápidamente en italiano, agitando las manos. La azafata las condujo a sus asientos y el avión despegó inmediatamente para emprender el corto vuelo a Melbourne, al otro extremo del Estado de Florida.
Ya en el aire, la azafata se detuvo junto al asiento de Arthur para contarle lo que había sucedido. Las dos mujeres provenían de Italia, y no hablaban nada de inglés. Era su primer viaje a los Estados Unidos, donde pensaban visitar a unos familiares que vivían en la zona de Melbourne, que les iban a estar esperando en el aeropuerto. Se trataba del viaje más largo de su vida, por lo que estaban emocionadas... y algo asustadas.
Habían subido al avión en Roma para hacer el largo viaje a los Estados Unidos: luego cambiaron de avión en Nueva York tomando el vuelo en dirección a Melbourne, hacia el sur. Como no entendían inglés, no se dieron cuenta de que, antes de llegar a Melbourne, había que hacer escala en Tampa. Cuando el aparato aterrizó en Tampa, se asomaron por la ventanilla, vieron palmeras meciéndose bajo el sol de Florida y supusieron que ya habían llegado a su destino. Se unieron a los que descendieron del avión en Tampa y se apresuraron a buscar a sus seres queridos, que habían prometido recibirles en el aeropuerto.
Ni tan siquiera pensaron que aún estaban a 200 kilómetros de su destino. Se habían bajado en Tampa pensando que el sueño de toda su vida se cumplía por fin, sólo para descubrir que estaban perdidas en un enorme aeropuerto y que ninguno de sus seres queridos estaba allí para recibirlas.
Las azafatas las encontraron por fin, aturdidas y vagando por la extraña terminal aérea. Sin embargo, cuando trataron de hacerlas regresar al avión, se negaron. Creyeron, erróneamente, que las obligarían a regresar a su tierra natal. Alguien encontró finalmente a un maletero que hablaba italiano. Este explicó a las mujeres que no estaban donde debían estar; sólo entonces corrieron al avión, deseosas de seguir hasta su destino final.
A la mayoría de nosotros nos sucede lo mismo. Por alguna razón, tal vez porque no entendemos el lenguaje de Dios en la Biblia, nos detenemos en el lugar equivocado. Equiparamos el éxito con el dinero, la seguridad y el prestigio. No comprendemos que el verdadero éxito se logra cundo satisfacemos nuestras necesidades espirituales. Pocos alcanzamos ese éxito supremo, porque nos encontramos demasiado ocupados corriendo por el aeropuerto del éxito material.
¿Qué nos hace descender en Tampa, cuando lo que realmente necesitamos es ir a Melbourne?
Pueden ser muchas las razones. Quizás no entendamos el idioma. Lo que necesitamos entonces es un intérprete, alguien que nos explique las indicaciones que nos da Dios. O tal vez alguien nos dio falsas instrucciones.
Quizás te ha cegado la visión de las palmeras. Durante toda tu vida has vivido en las montañas y al divisar lo que parece ser el éxito, te invade una sensación tan agradable, que decides detenerte en el primer oasis, en lugar de seguir hasta encontrar lo mejor que Dios ofrece.
Tal vez, en tu afán por encontrar el éxito, has prestado oídos a quien te ofrece un camino fácil, conformándote con una religión falsa.
A lo mejor has seguido a la muchedumbre. Al fin y al cabo hay más personas que se detienen en Tampa que en Melbourne, ¿Por qué no ir a donde aparentemente van todos los demás?
O quizás, simplemente tienes miedo. Has escuchado muchos cuentos acerca de personas que siguieron a Dios, que confiaron en Él. Y como no quieres ser un fanático, piensas que será mejor pasar toda tu vida en el aeropuerto de Tampa, subiendo y bajando por las escaleras eléctricas, viendo balancearse las palmeras a través de las ventanas.
¿Te parece una tontería?
¿Te suena familiar?
PRÓSPERO AÑO !!
Este es un mes donde también debemos recordar la obra maravillosa de Jesús para con nosotros.
En este mes LEE LA BIBLIA, esta narra, entre otras maravillosas cosas, el nacimiento de JESÚS.
... Que Dios te bendiga y tenga al pie de Su árbol, un obsequio para ti... que te obsequie el éxito anhelado.
De mi parte recibe un caluroso abrazo y los deseos para que en el año venidero sobreabunde la bendición de Dios en tu vida.
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