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11:53

Inseparables

Inseparables,
como las nubes y el cielo,
como el sol y el día,
como la sonrisa y la alegría,
como un abrazo y un te quiero.

Inseparables,
como las lágrimas y el llanto,
como la noche y las estrellas,
como el reloj y las horas,
como la maravilla y el encanto.

Inseparables,
como el silencio y la calma,´
como los recuerdos y la nostalgía,
como la fé y la esperanza,
como el espíritu y el alma.

Inseparables,
como un bebé y la inocencia,
como el perdón y el olvido,
como tú conmigo,
como el amor y la paciencia.

Inseparables,
como estos versos y la poesía,
como un suspiro al viento
y llorar un momento,
como una canción y su melodía.

Inseparables,
como la lealtad y la fidelidad,
como los latidos y el corazón,
como los pensamientos y la razón,
como tenerte a mi lado y la felicidad.

Inseparables,
como la perseverancia y una madre,
como la rosa y el rojo,
como las miradas que se entienden más allá de los ojos,
así somos amiga, como uña y carne, inseparables.

7:52

A MARGARITA DEBAYLE | Rubén Darío

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.

Éste era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes,

un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vió una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fué la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?"

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
"Fuí a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad."

Y el rey clama: "¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar."

Y dice ella: "No hubo intento;
yo me fuí no sé por qué;
por las olas y en el viento
fuí a la estrella y la corté."

Y el papá dice enojado:
"Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver."

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: "En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí."

Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.

Poema de Rubén Darío